A los uruguayos cuando se nos pregunta por nuestros animales nativos recordamos, básicamente a tres o cuatro especies icónicas, esas que tenemos asumidas como los ejemplos de la fauna autóctona. Estas son, a grandes rasgos, el ñandú, el tatú mulita, el tero y el carpincho.
Sin embargo, contamos con una diversidad mucho más compleja, y en muchos casos, los uruguayos ni siquiera los consideramos parte de nuestra fauna. Animales que no habitan todo el año en el país, que son migrantes, algunos de ellos vienen buscando el calor del verano para hacer sus nidos y alimentar a sus crías, como las Golondrinas, que vienen desde América del Norte todos los años al principio de nuestra primavera; o el Churrinche, ese pajarito rojo fuego que nos visita desde el centro de Brasil para realizar sus rituales nupciales y a anidar aquí todos los veranos, yéndose al principio del otoño.
Algunas otras especies son más esquivas y extrañas, son esas que no vienen aquí a anidar, ni a cortejarse ni a tener a sus crías. Por ejemplo, las que vienen escapando del frío invierno austral, como las cuatro especies de pingüinos que nos visitan todos los años. Ellos, durante el verano anidan en islas y costas del atlántico sur patagónico o antártico donde cuidan a sus huevos y polluelos y cuando el frío invierno arrecia migran hacía nuestros mares buscando un invierno más benevolente.
Autor: Augusto Giussi